En febrero, el presidente Gustavo Petro anunció que Cali, bastión de la resistencia, sería la sede de la COP16, enseguida, todos los medios de comunicación presentaron este evento medioambiental mundial como un acto mágico que fortalecería el país.
En primer lugar, la COP16 no es garantía de acción para la conservación del ambiente, pues las versiones anteriores no han mostrado resultados que le aseguren al pueblo, que lo que se va a discutir servirá para rescatar los bienes naturales, que se han ido arrebatando de los territorios por la voracidad capitalista e imperialista, por lo que el evento termina siendo un placebo para hacer creer, que países que se encargan de explotar nuestra naturaleza quieren cambiar algo referente a esta problemática.
En segundo lugar, ¿a quién le sirve este evento?, porque al pueblo y a la naturaleza, en definitiva, no. Hemos visto cómo el país ha funcionado en pro de cumplir con las agendas impuestas para la buena realización de la COP16, mientras que la crisis de desigualdad social y humanitaria continúa en el campo y en las ciudades, profundizándose aún más con el actuar de mandatarios como el Alcalde de Cali, quien ha decidido que para mostrar a la ciudad como un lugar “seguro”, debe tapar con pintura gris la memoria de las luchas sociales por la dignidad, y sobre todo, debe irse en contra de la clase popular con propuestas como la de impedir la movilización de motocicletas en ciertos horarios de la madrugada, causando así una afectación a quienes trabajan en horarios nocturnos, y, aunque esto no se aprobó, deja en evidencia junto con otras de sus acciones, que a él no le interesa para nada resolver condiciones estructurales que mantienen y reproducen la desigualdad, sino que, por el contrario, prefiere arreglar la fachada mientras que la casa por dentro se nos cae cada vez más, para que sus amigos gringos vean el territorio con buenos ojos.
Mientras las comunidades se mueren de hambre, quienes tienen los recursos económicos se esmeran en gastarlos tapando la historia, oprimiendo al pueblo y mejorando su imagen con el fin de mostrar a Colombia y a Cali como el paraíso atractivo para que las explotadoras internacionales vengan a observar, lo que en un futuro vendrán a robar.
En tercer lugar, la hipocresía de su discurso, pues traen este evento con la idea de que Colombia es un país con mucha biodiversidad, que quiere hacer la paz con la naturaleza, cuando el Valle del Cauca, departamento anfitrión de la COP16, ha sido un territorio marcado por el deterioro del ambiente, debido a los monocultivos de caña generado por los ingenios azucareros de la oligarquía, monocultivos que dañan los suelos, causan desplazamiento forzado y masacres a comunidades afro, indígenas y campesinas, con el fin de despojarles la tierra que les pertenece, para expandir el sembrado de la caña, cerrar el campo a la diversidad de los suelos y entregarlo a quienes históricamente han sido los opresores en nuestro país.
Como cuarto elemento, la injerencia gringa aumenta durante la COP16; el Alcalde anuncia que vendrán policías y otras fuerzas estatales de los Estados Unidos a resguardar el evento para que «todo salga bien», violando completamente la soberanía y la autodeterminación nacional, que se suma a las tantas intervenciones imperialistas en nuestro territorio, que han resultado entre otros estragos, en violación de niñas indígenas y menores en Melgar, perpetradas desde sus Bases Militares.
Y quinto, ninguna decisión tomada en la COP16 va a significar un cambio real en el que se beneficie la naturaleza y las comunidades que viven en armonía con ella, pues las soluciones que desde allí se plantean no contemplan el cambio político, social, económico y cultural necesario para la conservación del planeta y de los bienes naturales que él nos brinda, ya que el sistema capitalista en el que se va a desarrollar este evento, sigue buscando como fin central la acumulación de riqueza de los grupos de poder, y no busca para nada el desarrollo social necesario para llegar a ser un país justo y digno. Con una capa delgada de pintura progresista buscan contener las diferentes afectaciones consecuencia de la expoliación imperialista, sin proponerse erradicarlas.
Finalmente, este es un llamado a la movilización, a la reflexión, a que como pueblo pensemos a quién le sirve que estos ‘paños de agua’ tibia tirando a fría se hagan en nuestros territorios, y fundamentalmente, es una invitación a pensar posibles formas de participación en espacios donde si se piense una transformación real, que permita a la humanidad y a la naturaleza coexistir amigablemente, y a no aplaudir eventos que legitimen las agendas capitalista neoliberales, que se publicitan como la salvación del medio ambiente.
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¿LA COP16 PARA QUIÉN?