Cada Primero de mayo la clase trabajadora en todo el mundo, con la excepción paradójica de los Estados Unidos, marcha para realzar la historia de sus luchas, desde los Héroes de Chicago (1886) hasta nuestros días, y exigir sus derechos y la de todos los explotados y excluidos.
Los derechos de los trabajadores siguen siendo conculcados y violados por las clases y élites en el poder, por esto, este Primero de mayo no será distinto, se marchará por el derecho al trabajo y una pensión digna, por la salud, la vida y la paz.
Los trabajadores y trabajadoras del país son conscientes que sus derechos nunca se los regalarán, que solamente los logra a través de las luchas y las movilizaciones, en donde el escenario natural ha sido y será la calle; incluso, en el actual momento político, en donde existe un Gobierno diferente a los anteriores, sigue teniendo vigencia la movilización popular, puesto que el Estado y el viejo régimen
están empeñados a que el país no cambie, y solo la presión popular garantizará las reivindicaciones sociales y transformaciones que exige Colombia.
A los trabajadores del país los siguen explotando y violando sus derechos fundamentales, tales como trabajo digno, estabilidad laboral, garantías para sindicalizarse y organizarse; en pleno siglo XXI, en fábricas y empresas mantienen diferentes tipos de violaciones a derechos elementales de los trabajadores, como limitarles que realicen sus necesidades fisiológicas, los acosan laboralmente y los atemorizan con la amenaza constante de despido.
La calle es el principal empleador del país, tres cuartos de los trabajadores son informales y sobreviven en el rebusque; el resto, son sometidos a salarios de hambre enfrentando la disyuntiva de pagar los servicios públicos o llevar el alimento a sus hogares. El régimen laboral vigente en Colombia no solo viola los derechos a los trabajadores, sino que esa violación se la traslada a su familia, pues le roban el tiempo para compartir con ella; la tragedia persiste, multiplicada en viejas y nuevas formas de explotación y humillación a la clase trabajadora.
El altísimo porcentaje de trabajo informal, llamado la economía del rebusque, es en realidad una economía popular y de resistencia, que ha sido criminalizada, por esto, vendedores ambulantes,
mototaxistas y demás trabajadores del subempleo son perseguidos como delincuentes. El trabajo de la mujer es el menos remunerado, mostrando así la esencia patriarcal del capitalismo y el alma machista del viejo régimen; es mayoritario el drama de millones de mujeres que deben abandonar a sus hijos e hijas para ir al trabajo y así poder llevarles algo de comida; madres cabeza de familia son sometidas a largas
horas de trabajo sin prestaciones sociales ni garantías laborales, delitos que aumentan la feminización de la pobreza.
La violencia del régimen y sus paramilitares es otra amenaza permanente a la clase trabajadora, sobre todo los de las empresas transnacionales y de los grandes emporios industriales; simultáneamente prosigue la persecución y exterminio de la dirigencia que se alza en lucha por sus derechos; crecen las amenazas y asesinatos a lideresas y líderes obreros y de los trabajadores informales.
Este Primero de mayo debe ser una fecha decisiva para que la clase trabajadora se proponga fortalecer su capacidad organizativa y combativa en procura de sus reivindicaciones, por la soberanía nacional y un modelo económico que supere el desempleo, la desigualdad social y la destrucción de la naturaleza. Hoy, la clase trabajadora está más politizada y entiende que no basta con luchar por sus reivindicaciones, hoy sus luchas son más políticas: por la vida, la verdadera democracia, la paz y la justicia social.
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INSURRECCIÓN 945