Comandante Antonio García

La disputa por materiales críticos se ha convertido en una nueva forma de guerra. Mientras el Norte se blinda con reservas estratégicas, el Sur Global enfrenta despojo, devastación ambiental y subordinación.

En el actual contexto geopolítico, los materiales críticos han dejado de ser simplemente insumos industriales para convertirse en objetos de disputa estratégica. La carrera por su control, marcada por la militarización y el acaparamiento por parte de las grandes potencias, ha transformado las cadenas de suministro en frentes de guerra económica. En este escenario, el Sur Global emerge como el territorio sacrificado, como cantera de los recursos indispensables, para sostener la supremacía tecnológica y militar del Norte.

El informe “De la mina al campo de batalla”, elaborado por centros de análisis europeos, detalla con precisión cómo el tungsteno, el cobalto, el grafito, las tierras raras y otros elementos han sido clasificados por la UE y EEUU como estratégicos para su defensa.

Esta clasificación no es neutra: establece jerarquías de valor, que subordinan los derechos humanos y ecológicos a la lógica del capital y la seguridad de Occidente.

El impacto de esta pugna se vive en los territorios del Sur Global que sufren los efectos del extractivismo violento. Desde esta perspectiva, el problema no es únicamente la escasez o la competencia comercial. Lo que está en juego es una arquitectura global de dominación, donde los países del Sur no solo pierden sus recursos, sino también su autonomía política y sus posibilidades de construir un modelo económico propio.

La crítica a esta dinámica implica desmontar el discurso tecnocrático, que presenta la transición energética o la Defensa Nacional como inevitables e incuestionables. Como señala el informe del Government Accountability Office (2024), las potencias buscan “blindarse” ante posibles interrupciones, lo cual las lleva a consolidar reservas estratégicas, sin consultar ni compensar a los territorios saqueados.

La militarización de la cadena de suministro de materiales críticos es una de las alertas más graves. El informe europeo “Strategic raw materials for defence” (Materias primas estratégicas de defensa) (Girardi et al., 2023) revela que aluminio, titanio y grafito son considerados de “muy alta criticidad”, para sistemas de armas, drones, misiles y blindados.

Esto significa que los minerales extraídos en comunidades campesinas e indígenas de América Latina, África y Asia terminan integrando dispositivos diseñados para matar. No se trata solo de minería, sino de una economía extractiva al servicio de la guerra.

El Sur Global no es un actor pasivo en esta historia. Diversas comunidades resisten, se organizan y construyen alternativas ante la devastación. En América Latina, los movimientos por la soberanía minera y contra la mega minería transnacional, han articulado propuestas que integran saberes ancestrales, defensa territorial y justicia socio ambiental.

Las resistencias en los Andes, el Amazonas, el Sahel africano o el Sudeste asiático han demostrado, que no existe transición energética ni transformación tecnológica, sin territorios que no lo paguen con su agua, su aire y su vida.

La actual arquitectura global de gobernanza —ONU, BM, FMI— se muestra cada vez más incapaz de actuar frente a esta nueva forma de guerra. Todo el marco legal diseñado desde Bruselas o Washington protege los intereses de Occidente y sigue produciendo el neocolonialismo industrial, que impide al Sur ser autónomo en tecnologías y bloquea cualquier intento de soberanía.

Frente a este panorama, se vuelve urgente recuperar el control popular sobre los territorios y los bienes comunes. Es imperativo construir políticas públicas que fortalezcan la soberanía territorial y tecnológica, así como redes internacionales de cooperación Sur-Sur para la investigación, el reciclaje y la economía circular de estos materiales. Además, se requieren marcos jurídicos, que limiten el saqueo de las transnacionales, protejan los derechos colectivos y sancionen los daños ambientales.

La propuesta es clara: construir desde el Sur Global una resistencia crítica, descolonizadora y eco-humana, que permita romper con el rol subordinado de proveedor de recursos. Esto implica un nuevo modelo económico, rechazar la militarización de la vida y apostar por un horizonte, donde los minerales no sean armas de dominación, sino herramientas de bienestar común. La vida de los pueblos no puede seguir siendo el costo invisible de la competitividad global.

Así, desde una mirada insurgente, la extracción desenfrenada de materiales críticos, es una forma de guerra silenciosa contra los pueblos del Sur. Solo con soberanía, resistencia organizada y justicia ecológica, podremos transformar la minería de la muerte en una política para la vida.

Mientras esto ocurre en el mundo, Petro sigue haciendo sus acostumbrados discursos sin lograr materializar resultados tangibles. Ahora se queja porque sus ministros ni siquiera conocen los planes de gobierno, siendo que él mismo los seleccionó y debería orientarlos en el día a día.

Entre tanto, en Nariño, las verdaderas negociaciones de Otty Patiño y Álvaro Jiménez no son «de paz» sino de negocios mineros con la empresa Británica Royal Roat, quién será en últimas la que asumirá el control del territorio, esa es la tan mentada «paz territorial». Así quien no es partidario de la paz, ¡Que viva la paz!

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Referencias:

– U.S. Government Accountability Office (2024). Critical materials: Action needed to implement requirements that reduce supply chain risks.

– Girardi, B., et al. (2023). Strategic raw materials for defence. Mapping European industry needs. The Hague Centre for Strategic Studies.

– Documento De la mina al campo de batalla (versión 2023).

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